Siempre he creído en los hábitos. Son muy útiles cuando se busca tener una vida ordenada y pueden aportar muchas cosas positivas. Un ejemplo puede ser el hábito de escribir. Es uno de los que yo tengo y puedo decir que me ayuda más de lo que pensaba en un principio.
Es cierto que, por mi trabajo, me paso muchas horas al día dándole a las teclas. Pero el hábito de escribir lo tengo desde hace años. Empecé a escribir cuando estaba en el colegio y seguí en los años de la universidad. Ahí fue donde comenzó todo.
Más allá de que la escritura se haya convertido en mi profesión, también he observado que hacerlo continuadamente me ha servido para muchas otras cosas.
Escribir todos los días no es algo fácil, sobre todo si no te ves obligado. Como cualquier otro ejercicio, esto es algo que requiere un poco de disciplina. Pero si yo lo he conseguido, tú también lo puedes hacer. Lo único que tienes que hacer es echarle ganas.
Supongo que, si estás leyendo esto, te gusta escribir o, al menos, te gustaría intentarlo. Lo bueno es que no necesitas grandes cosas para llevarlo a cabo. Incluso si no tienes un ordenador a mano puedes hacerlo, con un simple boli y un papel. Así que, a diferencia de otras aficiones que puedan requerir de una inversión económica, esto no debe suponer un problema.
Tampoco necesitas un lugar expresamente diseñado para escribir. Puedes escribir en cualquier sitio siempre que tengas algo que plasmar sobre el papel. Vale, es verdad que hay muchos sitios en los que no es cómodo escribir y que no te permiten la concentración necesaria. Tranquilo, acabarás aprendiendo cuáles son los espacios y los momentos en los que puedes hacerlo. Ya te lo dije antes, si quieres escribir, lo único que necesitas es echarle ganas.
Este hábito no sirve solo para matar el gusanillo de la escritura. Escribir cualquier cosa de un modo frecuente te puede aportar otras muchas cosas. Aquí te dejo algunas de ellas.